La capilla es una metáfora de la conexión entre el hombre y lo divino: dos manos en oración que emergen de la tierra y se elevan al cielo, en un gesto de introspección y gratitud. Este simbolismo se traduce en una volumetría que dialoga con el paisaje, generando un espacio de inmersión donde la arquitectura, la luz y la naturaleza convergen para ofrecer una experiencia sensorial única.